Háblale a tus hijos como quieres que te hablen a ti.

En España el día de la madre se celebra el primer domingo de Mayo y en Venezuela el segundo. Como los que emigramos terminamos no siendo totalmente de ninguno de los dos sitios o una mezcla de ambos, según se mire, pues yo le dedico este escrito a mi madre, un día de semana en mitad de los dos.

En estos días vi en alguna historia de instagram, creo que en la de @lactanciamitos, una frase perfecta para describir mi infancia y la mayor enseñanza de mis padres que aplico a mis hijos: ¡háblale a tus hijos cómo quieres que te hablen a ti!; solo añadiría para hacerla más mía: y actúa como quieres que ellos lo hagan. 


Mi mamá aprendió de la universidad de la vida muchas cosas, entre ellas, análisis de lenguaje kinésico para ir dilucidando todos los gestos y pensamientos de mi papá a la perfección y hasta nos lo traducía, porque en mi casa se hacia lo que mi papá pensaba, pero eso es digno de otra historia mas larga.

A lo que quiero llegar hoy, es que acciones cotidianas nos dejaron enseñanzas sin saberlo; había que esperar a que mi papá llegara del trabajo para comer todos juntos al mediodía, sin televisión, hablábamos del día, nos sentábamos correctamente en el sitio preestablecido para cada uno, con una mesa perfectamente puesta pero con la “vajilla de diario” flanqueada por sendas vitrinas, por una parte luchando por alguna vez salir de su encierro, estaba la  vajilla de “ocasiones especiales” que era ideal para navidad, pero que la pobre a pesar de ser bastante mas guapa y refinada, contaba con pocas papeletas, porque en la otra estaba la de flores de pascua. Con poco bla bla bla y muchas acciones simples, lograron implantarnos respeto, léxico, cultura, valores, trabajo y esfuerzo. Nos dejaron la libertad de tomar el ejemplo o dejarlo, ya eso era nuestro problema. Y hasta sin darse cuenta, aprendimos (al menos yo) que los momentos son los únicos que podemos llevarnos en cada mudanza y los objetos en vitrinas, no sirven para absolutamente nada. 




Mi papá, eso sí, con su perfecto castellano, no admitía una mala palabra o una incorrecta. Te corregía sin darte cuenta, con su humor elocuente, como por ejemplo aquella vez que estaba lloviendo mucho y se me ocurrió decirle: papá me “emparamé”!, él, giro un poco la cabeza y mirándome me dijo: ¿fuiste al páramo? Corrección simple y eficaz, jamás volvería a usar aquel modismo criollo (por cierto la RAE incluyó 10 venezolanismos entre  ellos emparamar, en el 2014, pero la RAE, la verdad que cada vez está mas loca).

Por otro lado estaba la incansable de mi mamá, madrugadora, que tenía siempre la casa perfecta, aunque tuviese los medios y la ayuda, ella misma se encargaba de casi todo y además perfectamente peinada y arreglada porque no conozco a alguien mas coqueta que ella. De verdad la admiro enormemente por eso, porque no recuerdo algo mal puesto, yo no soy capaz de seguir ese ritmo y cuidado, en cuanto tengo medianamente arreglada la casa, ya está otra vez la cesta de ropa sucia otra vez desbordada, es la verdadera historia sin fin y no la de Bastian. Incluso ahora, cuando viene a mi casa, sin quitarse el jet lag, ya pone todo en orden, tiene super poderes y lo demás son tonterías.


Puedo escribir muchas páginas para elogiar y enumerar todas las cualidades de mi mamá, pero por lo que más la admiro es por su capacidad de afrontar la vida de la forma más positiva y divertida posible, su capacidad de resiliencia inmediata es algo que espero sea un gen dominante que heredemos todas las generaciones y, ya que ninguno hasta ahora heredó los ojos azules de mi padre, pues con eso bastaría para tener un encanto innato desbordado. 

Mi consejo del día como mamá es simple: sé un poquito como la mía, porque con eso ya tienes ganada la tierra y un pedacito del cielo.


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